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La fábrica de río

Can Sanglas

En 1841, después de la destrucción provocada por el asalto carlista de Manlleu, el comerciante Martí Sanglas Pradell adquiere una concesión de agua para construir una hilatura de algodón, la actual fábrica. Es el inicio de la industria moderna en Manlleu y, por extensión, en la cuenca del Ter.

“De fábrica a museo: 150 años de un edificio industrial”

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De acequia a canal industrial

Las ventajas que representaba la utilización de la energía hidráulica impulsó la construcción de fábricas a lo largo del Ter. Ya en 1829, la antigua acequia del molino de Dalt, en Manlleu, alimentaba una fábrica algodonera. A partir de 1841, la creciente demanda de agua para usos industriales transformará la acequia en el primer canal industrial de Cataluña.


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Las poblaciones fluviales

Gracias a la fuerza del agua Manlleu, Roda de Ter, Sant Hipòlit y Torelló toman el relevo de Vic y Centelles, antiguos centros manufactureros que carecían de energía hidráulica, y que atravesaron un inevitable proceso de decadencia económica hasta principios del siglo xx, cuando se generalice el uso de la energía eléctrica.

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De la rueda hidráulica a la turbina

La rueda hidráulica

A lo largo de la historia el impulso producido por los caudales de agua ha sido transformado en energía mecánica gracias al uso de ruedas hidráulicas. Este convertidor ha accionado molinos de trigo, de grano, de aceite, papeleros, batanes, fraguas y aserradoras preindustriales.

La turbina

La turbina multiplicó el rendimiento de la fuerza hidráulica. Si de la antigua rueda se podía obtener un máximo del 25% de la fuerza de la capacidad de la presa, de la turbina se obtendrá hasta un 85%. En Cataluña, les primeras turbinas que se instalaron eran del sistema Fontaine, un modelo que se adaptaba al caudal irregular de los ríos mediterráneos. Las fabricaba la empresa Planas de Girona. En Manlleu se instalaron en muchas de sus fábricas a partir de los años sesenta del siglo xix.

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El canal, palanca del progreso industrial de Manlleu

El canal industrial hizo posible un aprovechamiento intensivo de la energía hidráulica. Consolidado a lo largo de sucesivas reformas y ampliaciones, en 1848 ya alimentaba siete fábricas de hilados.

Las Tres Fábricas, origen del canal industrial

Después de la destrucción del molino harinero de Miarons, a raíz del incendio de Manlleu por los carlistas en 1839, el fabricante de Vic Rafael Puget, que ya venía explotando la fábrica de can Barola, adquirió terrenos y el derecho de aguas al propietario del molino Francesc Mitjavila. Puget y sus socios, Antoni Baixeras de Vic y Salvador Juncadella de Barcelona, no levantaron una sino tres fábricas, en el tramo final de la calle Vendrell.

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El alternador

La incorporación de una dinamo al eje en rotación de las turbinas hizo posible la generación de fluido eléctrico. Desde el arranque del nuevo siglo, el agua volvía a rivalizar con el carbón, ahora en forma de electricidad.

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Antes de la fábrica

El trabajo manufacturero cuenta en Cataluña con una larga tradición. La lana, el lino o el cáñamo se manipulaban desde antiguo como productos textiles básicos. Al trabajo de los gremios en las villas y ciudades, se añade, a lo largo del siglo xviii, una importante actividad doméstica rural en el interior del Principado, como en Osona, controlada por pelaires y comerciantes.

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El pelaire. Un fabricante sin fábrica

Este comerciante, era el encargado de transportar la lana a los pequeños talleres y obradores domésticos para, una vez tejida, recogerla. A menudo, vendía los tejidos en mercados muy alejados a través de una red de comerciantes especializados. El pelaire, por tanto, precede al fabricante de algodón e introduce, antes de la irrupción del sistema de fábrica, cambios sustanciales en la organización del trabajo.

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Hilar en el hogar

Hasta finales del siglo xviii, hilar en el ámbito doméstico suponía un importante complemento económico para muchos hogares campesinos de nuestro entorno. Antes de la irrupción de las primeras máquinas manuales, hilar era una labor habitualmente femenina.

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La fábrica

La fábrica, entendida como un edificio donde se concentra el proceso productivo, no aparece en el Ter hasta el primer tercio del siglo xix. Es entonces cuando el empresario moderno sustituye al antiguo pelaire, justo cuando se hace más evidente la necesidad de aumentar el capital fijo. Hacia 1802, en Manlleu ya existían tres fábricas de algodón que utilizaban maquinaria manual de madera. En 1816 su número se había elevado a seis.

La concentración del trabajo en las fábricas permitió al fabricante reducir los costes salariales y de transporte, a la vez que supuso un aumento de la productividad, gracias al uso de una maquinaria que, en poco tiempo, sería accionada con energía hidráulica. Alrededor de 1860 la fábrica de río, en el Llobregat y el Ter, se convierte en protagonista de la industrialización catalana.

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Antes campesinos y artesanos, ahora obreros

El nuevo sistema de fábrica condujo a un empeoramiento de las condiciones de vida de los obreros durante décadas. Con el trabajo en serie y la especialización, el trabajador pierde autonomía convirtiéndose en un asalariado. Las largas y duras jornadas laborales transformarán el concepto mismo del tiempo, ahora dictado por la nueva disciplina productiva.

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El rey algodón

En las prendas de vestido, el algodón pronto desbancó al resto de las fibras textiles. Las ventajas que ofrecía eran evidentes: una mayor facilidad para la manipulación y el teñido, el bajo coste de la materia prima, y unas óptimas condiciones higiénicas y sanitarias, al conservar la temperatura corporal y facilitar la transpiración. Por todo ello, su mecanización, culminada durante las décadas centrales del siglo xix, se avanzó a la de la lana.

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Una fibra que viene de lejos

El algodonero es una planta típica de climas subtropicales. En el siglo xviii, los tejidos estampados de algodón procedían del Próximo Oriente, o de la India. A partir de 1790, cuando Cataluña incorpore el hilado, buena parte del algodón en rama importado llegaba desde el sur de los Estados Unidos y desde Egipto.

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La máquina, imparable

La mecanización transformó la economía del mundo y supuso un incremento espectacular de la capacidad productiva

La fábrica se caracteriza por la concentración de máquinas y trabajadores. En los nuevos espacios fabriles tendrá lugar una auténtica revolución productiva. En primer lugar, a través de máquinas manuales del tipo de la jenny inglesa, como la bergadana. Y posteriormente, al aprovechar la energía hidráulica, con la water frame, la mule-jenny y la selfactina. Hombres y mujeres compartían labores productivas, estas últimas con un salario muy inferior.

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Carda Serra

A través de la bota y los chapones de la carda, el algodón enrollado se desenredaba. La compresión de la napa acababa dando una forma de cinta al velo de algodón en circular por dos cilindros de salida. Después, pasaba al manuar y a la mechera.

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Mechera Serra

La veta que salía del manuar pasaba a las mecheras. La veta transformada en mecha recibía una ligera torsión. El objetivo de este paso era lograr que las fibras se dispusieran de tal forma que pudieran estirarse sin dificultades.

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Si una “mule-jenny” producía unos 585 kg de hilo al año, una selfactina llegaba a los 810. La continua de hilar, a finales del siglo xix, alcanzaba los 1620: el doble.

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La hilatura

El proceso central del algodón se desarrolla en la hilatura. Las máquinas de hilar ocupan al grueso de los trabajadores y marcan las dimensiones de la fábrica. A partir de 1885, la continua acabó imponiéndose al resto de las máquinas de hilar por su trabajo continuo, es decir, por la simultaneidad de estiraje y torsión.

Durante el siglo xix el trabajo del hilado era compartido por hombres y mujeres, sobretodo cuando se realizaba con mule-jennys, bergadanas y selfactinas. La irrupción masiva de las continuas a finales de siglo, supuso un incremento importante de la mano de obra femenina, mucho más mal pagada que la masculina, lo cual provocó una gran conflictividad social en la cuenca del Ter.

Una vez sale de la continua, el hilo es manipulado a través de una serie de máquinas en función del uso que se le quiera dar: para el tejido, para el tinte, para la obtención de cuerdas...

Continua Costa & Serra

A diferencia de la selfactina, que llevaba a cabo el proceso de hilar en dos tiempos, la continua obtiene un hilo continuo a través del grupo de estirado y le da una nueva torsión al hilo.

La continua Costa & Serra se fabricó en Manlleu en 1907.

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Aspe para retorcer

Para obtener un hilo más resistente se pueden reunir dos o tres cabos. Primero debe reunirse en una máquina dobladora y, una vez se han reunido en paralelo, la continua de retorcer les da torsión.

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Máquina para llenar carretes

Durante el proceso que va desde la obtención del hilo hasta llegar al tejido, el hilo cambia de soporte varias veces, en función de su uso: para teñir, para urdir, para tejer, para transportar... Esta máquina servía para cambiar el soporte del hilo, que pasaba de la madeja al carrete para ir a la urdimbre.

Prensa de madejas

Otra opción era crear madejas del hilo obtenido en la hilatura. La prensa unía en forma de madejas una cantidad considerable de husadas. Antes de la modernización de los tintes, el hilo se teñía en forma de madejas mediante el tradicional sistema de inmersión.

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Empresarios

El empresario debía invertir capital en la fábrica y mejorar constantemente la maquinaria para aumentar la producción y vender más barato. Los riesgos que comportaba esta aventura animaron a muchos de ellos a la cooperación, y su mejor exponente lo hallamos en la culminación de la obra colectiva del canal industrial. Paralelamente, la existencia de una energía abundante y barata, los bajos salarios y una escasa conflictividad social, animarán a otros capitalistas barceloneses y vicenses a establecerse en Manlleu.

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La concentración capitalista

Entre 1850 y 1875 se produce un rápido proceso de concentración industrial. En estos años, el número de fabricantes matriculados en Manlleu no deja de reducirse, mientras que aumenta considerablemente la riqueza de los que sobreviven. Estos formarán compañías que marginan rápidamente a los pequeños fabricantes, que pasarán en muchos casos a convertirse en trabajadores, y reducen a un papel testimonial el trabajo a domicilio, que se había ido limitando al proceso del tejido.

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El carbón y el ferrocarril

El uso intensivo del agua fue la alternativa a la falta de carbón, para la máquina de vapor, que padecía Cataluña. La hulla de Gales e Inglaterra resultaba cara una vez transportada al interior de Cataluña.

La escasez de carbón autóctono hizo concebir esperanzas sobre la hulla de Surroca y Ogassa. Con el objetivo de transportarla se construyó el ferrocarril de Granollers a Sant Joan de les Abadesses, finalizado en 1880. Si bien este carbón no cumplió las expectativas, por su elevado coste de extracción y su baja calidad, el tren facilitó la expansión textil del Ter medio y alto al mejorar el transporte de algodón, tejidos y mercancías.

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Crecimiento demográfico y urbano

El trabajo en las fábricas atrajo a muchos trabajadores de las poblaciones del entorno, especialmente de las zonas del Lluçanès y el Collsacabra. Manlleu pasó de 1991 habitantes a 5823, entre 1842 y 1900.

En la localidad, para acoger a los recién llegados que buscaban trabajo, las casas de pisos se multiplicaron y la población se desplazó hacia las calles que se abrían junto al río Ter. En 1883, la fisionomía de Manlleu ya era muy urbana a pesar del peso que seguía ejerciendo la agricultura.

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La turbina, el corazón de la fábrica

Las turbinas hidráulicas fueron los artilugios utilizados para obtener la energía necesaria para hacer funcionar las máquinas de las hilaturas i, más adelante, para obtener electricidad. Estas turbinas substituyeron a las tradicionales ruedas hidráulicas utilizadas hasta bien entrado el siglo xix.

En Can Sanglas se instaló una de las primeras turbinas hidráulicas de la cuenca del Ter entorno a 1860: una turbina “got-a-perxes” de tipo Fontaine que daba una potencia de 12 CV, fabricada por la empresa de Girona Planas, Junoy, Barné & Cia. La inundación de 1940 dejó en muy mal estado el canal de entrada y la turbina quedó parada hasta su restauración en 2007, a pesar de un intento de ponerla en marcha en 1963. En la actualidad la turbina se utiliza únicamente con finalidades demostrativas y educativas.

La turbina hacía funcionar, mediante un sistema de transmisión, la maquinaria situada en las dos plantas de la fábrica.

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La Turbina Fontaine

La turbina Fontaine, de origen francés, también llamada “got-a-perxes”, es una turbina adaptada a los ríos de régimen mediterráneo irregulares. Está dotada de un regulador que ajusta la entrada del agua según las fluctuaciones del caudal. La turbina, por su funcionamiento, necesita mantener una presión y, por tanto, una cantidad mínima de agua constante. Así, según la cantidad de agua disponible se puede abrir o cerrar el paso del agua a los álabes (1) mediante unos cilindros (2) que al girar, enrollan o desenrollan una cinta de cuero (3) que impide o libera el paso del agua.

Estas turbinas, fabricadas a medida por la empresa de Girona Planas, Junoy, Barné & Cia. entre los años 1855 y 1918, hicieron posible la mecanización de la industria algodonera a partir del modelo de fábrica de río y colonia industrial, tanto en el Ter como en el Llobregat.

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Los embarrats, el sistema nervioso de la fábrica

La fuerza del agua se trasmitía de la turbina a las máquinas de la fábrica mediante un ingenioso sistema de transmisión mecánica denominado embarrats. Cada fábrica tenía sus embarrats y podían ser sistemas de una gran complejidad o de una sencillez extrema. Eso sí, siempre reflejaban el ingenio de los técnicos y los mecánicos de las fábricas. Su funcionamiento y mantenimiento era básico, siendo responsables el turbinaire y el untador. De su labor dependía el funcionamiento de la fábrica.

En la recuperación del patrimonio industrial los embarrats han sido poco reivindicados, a diferencia de la maquinaria que recibía su fuerza, y muchos desaparecieron con la llegada de la electricidad y la aplicación a las máquinas de motores alimentados eléctricamente.

Embarrat (o eje) (1)

Pieza, generalmente en forma de barra, que en un mecanismo acostumbra a girar y, a su vez, soporta esfuerzos parcialmente de torsión y eventualmente de flexión. El orificio semiesférico hecho en los ejes, para que una polea o rueda dentada se fije mediante una tuerca, se denomina cul de got.

Arbre (2)

En los embarrats era el eje vertical i principal del conjunto.

Polea (3)

Cilindro de poco diámetro que gira alrededor de un eje concéntrico con su eje geométrico. La polea boja (loca) o morta (muerta) es la que gira independientemente del eje sobre el que va montada. La polea fija voltea conjuntamente con el eje. La parte central de la polea que se fija directamente a les arbres/ejes mediante presión es el botón de la polea. La forma ligeramente curvada del perfil externo de las poleas es el arco conopial.

Dau (4)

Conjunto formado por la carcasa y el cojinete del embarrado. El cojinete es la pieza de metal o de madera sobre la cual descansa directamente un arbre o eje de rotación, un raíl, etc. Actualmente los cojinetes son rodamientos de bola que tienen un mantenimiento más sencillo. Antiguamente este era uno de os puntos más sensibles de las fábricas. Un engrasado inadecuado podía provocar la avería conocida como enfarregat. Uno de los ingenios dedicados al engrase continuo de los cojinetes es un pequeño depósito de vidrio o también metálico denominado xatel que se llenaba i se renovaba periódicamente. Las fábricas consumían diariamente grandes cantidades de aceite.

Dineret de la turbina (5)

Cojinete de soporte axial cuya superficie de fricción tiene forma circular y que soporta el rodete de la turbina i el arbre (eje vertical) de transmisión.

Cadireta (6)

Pieza de hierro que sirve de soporte al dau de un embarrado o eje de transmisión. El trau colís es la ranura practicada a las cadiretes para centrar el embarrado en su posición adecuada de trabajo.

Reenvio (7)

Así denominaban los técnicos de las fábricas al conjunto de poleas y correas que servían para cambiar la dirección del movimiento de los embarrados.

Piñón de ángulo (8)

Conjunto de dos piñones engranados normalmente a 90º. Los dientes del piñón son las piezas que engranan las ruedas. Pueden ser metálicos, de hierro colado o de madera.

Correa (9)

Banda o tira de cuero o de un material semejante. Llamamos correa sin fin a una correa con las dos cabezas unidas, la cual, pasando por dos poleas, dos cilindros o dos conos, sirve para comunicar el movimiento de uno a otro. El afuat consiste en afinar las puntas de la correa para realizar un correcto encolado. La cola utilizada se llamaba cola de caballo.

Mànega (10)

Pieza que sirve para unir el eje de un embarrado. La acción de manegar es la de fijar a un eje una polea o rueda dentada normalmente por presión.

Embrague (11)

Ingenio mecánico de fricción que conecta dos sectores de la transmisión del embarrado. La magrana de conexión es un engranado plano dentado. Habitualmente servía para conectar la turbina con la máquina de vapor.

Ruedas dentadas (12)

Piñón de transmisión plana de 0º a 90º. Engranar es la acción de acercar dos ruedas dentadas para que la transmisión sea óptima.

Tornillo sin fin (13)

Piñón de cambio de sentido de 90º de transmisión con gran reducción de velocidad.

Claveta (14)

Pieza utilizada para unir a los ejes las ruedas dentadas, ruedas de ángulo o poleas. La entalla es el encaje donde se introduce la claveta. El nas de la claveta es la parte exterior que sirve para desclavarla.

Buena parte de esta nomenclatura técnica es de carácter local y era de uso cotidiano en las fábricas de este territorio y no tiene una correspondencia exacta en castellano. Ante las dificultades de traducción en algunos casos, hemos optado por mantener el vocablo o expresión original en cursiva.

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Un patrimonio recuperado: la fábrica montañesa de lana

La fábrica Vilarrubla de Martinet, en la Cerdanya, contaba con este surtido de cardas construidas en 1875 en la ciudad francesa de Reims. El Museo del Ter ha recuperado y restaurado este patrimonio tan característico de la manufactura rural.

La fábrica dedicaba su actividad a la producción de madejas de lana, utilizadas en la elaboración de jerséis y tapices.

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Dos son los factores que explican la existencia de esta industria montañesa: La proximidad de la materia prima y la demanda de productos de lana de calidad. Dotadas de los recursos básicos (la lana y el agua como fuente energética, por medio de ruedas hidráulicas), estas fábricas de montaña han sobrevivido, junto a las modernas factorías urbanas y fluviales, hasta nuestros días.

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La lana procedente de los rebaños de las regiones montañesas llega sucia y llena de impurezas a la fábrica. Por lo tanto, es necesario lavarla. Una vez se ha secado en espacios adecuados, pasa a la Abridora, donde la fibra es sacudida y abierta, para pasar, a continuación, al Diablo, donde la lana se divide y se esponja. De aquí será conducida a los tres procesos del cardado. Al salir de la carda mechera, la fibra de lana ya está preparada para llegar a la selfactina, donde se convertirá en hilo.

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Convivir con el riesgo

Con demasiada frecuencia, el trabajo en las fábricas de río comportaba un considerable riesgo; ya fuese derivado del trabajo en las máquinas, el provocado por el fuego, o por las periódicas inundaciones. Los trabajadores eran los más expuestos a estos peligros.

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Los dientes de la máquina

La mecanización en las fábricas supuso una nueva relación entre hombre y máquina. La gran cantidad de correas, poleas y piñones al descubierto y el trabajo en los “diablos” y las cardas, cubiertos de púas en movimiento, sumado a unas agotadoras jornadas de trabajo y a la abundancia de mano de obra infantil, se cobraban un alto tributo en accidentes y mutilaciones.

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Cuando el río crece

En ocasiones, el río padece violentas crecidas. Entonces, las poblaciones de su ribera y las fábricas que aprovechan su energía son sacudidas por un caudal descontrolado.

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¡Fuego en la fábrica!

Periódicamente, el fuego amenazaba la existencia de las fábricas textiles. La acumulación de borra, de materia prima y de hilo elaborado y la existencia de una gran cantidad de elementos construidos en madera, suponían un peligro constante que se agravaba con el calentamiento de poleas, correas y motores o con la chispa producida por las púas de las cardas o de un cigarrillo.

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De mecánicos a constructores de maquinaria

El sector metalúrgico catalán nace estrechamente ligado a la industrialización textil. Muchas de las empresas mecánicas más importantes del siglo xx, habían nacido como talleres de reparación y construcción de elementos para el textil. Una maquinaria que era adquirida, durante los primeros años de la industrialización, en el extranjero.

Josep Sanglas y Josep Serra son el mejor exponente de esta íntima relación. Un algodonero y un mecánico que acaban construyendo continuas de hilar y creando la que fue, hasta los años sesenta del siglo xx, la primera empresa de maquinaria textil catalana.

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Can Serra

Esta empresa fue creada en 1902, cuando el “manyà” de Roda de Ter, Josep Serra Sió se asocia con el mecánico Costa de Manlleu. El taller se dedicaba en sus primeros años a la reparación de maquinaria para las empresas textiles de la zona. El temple y el genio técnico de Serra no debieron pasar desapercibidos a un hombre de la inteligencia de Josep Sanglas Alsina, que en 1913 aportará el capital necesario para crear la S.A. Serra, dedicada a la construcción de maquinaria para la hilatura.

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Las motocicletas Sanglas

A principios de la década de 1940, Martí y Xavier Sanglas, hijos del industrial manlleuense Josep Sanglas i Alsina, crearon los Talleres Sanglas SA para la fabricación de motocicletas. En el año 1944 apareció el primer modelo de la marca Sanglas, que con los años se convirtió en una de las marcas más prestigiosas del Estado. Pese a que la fábrica de motocicletas siempre estuvo situada en el Barcelonés, no cabe duda de las raíces manlleuenses de las Sanglas.

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Los telares Bracons y Riera de Roda de Ter

La empresa nace en 1855 como taller de reparaciones de maquinaria textil. La creciente industrialización de la cuenca animará a sus propietarios a iniciar la construcción de maquinaria. En 1917 inauguran una fundición donde construirán sus primeros telares. De esta fábrica saldrá, doce años más tarde, el primer telar semiautomático construido en España, que fue reconocido con la medalla de oro en la Exposición Internacional de Barcelona de 1929.

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Fraguas del Ter

En 1915, Eudald Carandell Puig en sociedad con los manlleuenses Artur Roqué y J. Planas, abre un taller mecánico en la calle de Sant Jaume y una pequeña fundición en Sant Martí Xic, cerca del Ter. Eudald, casado con María Català Benito, de los Talleres Català de Torelló, se dedicará a la construcción y reparación de accesorios para telares. En 1922, Joaquim Carandell Català, mecánico de can Serra, se incorpora a los talleres. Fraguas del Ter se especializará en la producción de piezas y recambios para telares en sus talleres de Manlleu y en la fundición Altafaja de Vic, que en 1935 será trasladada a la nave del Sucre de Manlleu, próxima a la estación del ferrocarril.

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La sociedad industrial. 1845-1935

Nuevas condiciones, y formas de vida y de subsistencia asociadas al nuevo sistema económico capitalista, nuevos grupos sociales, nuevos proyectos industriales, nuevas formas de asociacionismo cultural, político o de clase (coros, agrupaciones sindicales, mutualistas, religiosas, etc.), nuevos conflictos. En definitiva, una nueva sociedad en ebullición, en movimiento, y en constante transformación. Una muestra de cómo la industrialización ha transformado el mundo, Cataluña y, por supuesto, Manlleu y la cuenca del Ter.

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Fabricantes y trabajadores: los nuevos protagonistas

La nueva sociedad industrial que nace a mediados del siglo xix tiene una naturaleza sobre todo urbana y cuenta con dos grandes protagonistas: los fabricantes y los trabajadores. Los primeros se mostraron muy emprendedores. Los segundos constituyeron, de forma anónima, la base principal para un crecimiento económico sin precedentes.

Se trataba de un mundo controlado por hombres en el que las mujeres, a pesar de estar a la sombra del predominio masculino, tenían una presencia muy significativa. De hecho, fueron las mujeres quienes durante más de un siglo constituyeron la principal mano de obra de las fábricas textiles del Ter.

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En este mundo en ebullición algunos hombres y mujeres protagonizaron los nuevos proyectos económicos y de mejora social, mientras que otros sufrieron las consecuencias sin poder hacer mucho. Fabricantes y trabajadores, pero también campesinos y artesanos, tuvieron que adaptarse a la nueva situación.

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Josep Serra i Sió

Josep Serra i Sió nació en Roda de Ter en 1877. Su padre era tejedor y su madre modista. A los 10 años ya era aprendiz en una fábrica de hilaturas de Roda de Ter, y poco después se mudó a Terrassa para trabajar en una empresa metalúrgica, donde a los pocos años se convirtió en oficial.

En 1902 se asoció con el mecánico manlleuense Andreu Costa i Pagès y crearon la sociedad Costa i Serra, dedicada inicialmente a la reparación de maquinaria, pero que pronto empezó con la fabricación de continuas de hilar. En 1913, creó la empresa Societat Anònima Serra, dedicada a la fabricación de toda la gama de maquinaria para la hilatura de algodón. Can Serra se convirtió en la primera empresa española constructora de maquinaria textil y en una de las empresas más emblemáticas de Manlleu. De ella se decía que “quien trabajaba allí, tenía pan de por vida”.

La capacidad emprendedora de Josep Serra lo llevó a participar en muchos otros proyectos industriales, como la creación de Conductores Eléctricos Roqué. Serra se mantuvo al frente de la fábrica hasta 1940, cuando uno de sus ocho hijos tomó el mando. Murió en 1959 en Barcelona y cinco años después, en 1964, la empresa fue adquirida por capitales extranjeros.

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Los Roca

En el año 1830, el herrero Ignasi Soler abrió una pequeña herrería en Manlleu. Aprovechando el impulso industrial de la villa, su hijo Maties, la convirtió en un taller de construcción, reparación y mantenimiento de maquinaria al servicio de la industria textil de Manlleu. En 1880, Maria Soler, hija única de Maties Soler se casó con Pere Roca, un herrero de Montcada con experiencia en empresas metalúrgicas de Barcelona. El taller de los Roca se convirtió en una empresa importante de Manlleu. Entre 1880 y 1890 nacieron los cuatro hijos del matrimonio Roca Soler: Àngela, Maties, Martí y Josep.

Los hijos aprendieron el oficio desde pequeños en el taller de su padre. Posteriormente fueron enviados a empresas metalúrgicas de Barcelona, para formarse lejos del calor familiar. Pere Roca murió en el año 1910. Los hermanos Roca eran jóvenes inquietos y emprendedores. Apostaron por el sector de las calefacciones con el reto de convertirse en la primera empresa española capaz de fundir radiadores. Fue con este objetivo que marcharon a Francia a trabajar y a aprender en empresas del sector. De vuelta a Manlleu, y tras varios intentos, los Roca consiguieron su objetivo y penetraron con fuerza en el creciente mercado interior.

En 1917 la empresa se trasladó a Gavà buscando mejores comunicaciones. Allí, los hermanos ampliaron y diversificaron el negocio hasta convertir la marca Roca en un referente mundial en la construcción de radiadores y productos sanitarios de porcelana vitrificada.

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Los Puget

Los Puget representan plenamente el espíritu emprendedor e innovador de los fabricantes que protagonizaron los inicios de la industrialización en la cuenca del Ter. Procedían de Osseja, en la Cerdaña francesa. De allí Francesc Puget i Montfort se expatrió a Vic hacia el año 1826. En 1834 ya tenía una importante fábrica de hilaturas y tejidos de algodón, impulsada por mulas. Rafael Puget Terrades, hijo de Francesc, también nació en Osseja en el año 1823. De joven, su padre lo envió a estudiar durante dos años a Manchester, cuna de la industria algodonera.

Francesc Puget vio en seguida el potencial industrial que ofrecía el río Ter. En 1841 arrendó la fábrica Can Barola en Manlleu, impulsada por una rueda hidráulica. Paralelamente, también en 1841, adquirió con dos socios la concesión del agua sobrante de la presa de la Teula, origen del Canal Industrial de Manlleu, y proyectaron la construcción de tres fábricas. Puget se quedó con la fábrica situada en el medio. Este proyecto lo vinculó para siempre al nacimiento del Canal Industrial de Manlleu, cuya sociedad de propietarios se constituyó en el año 1848.

Francesc murió en Vic en el año 1868 y su hijo Rafael tomó el mando del negocio. Rafael Puget continuó invirtiendo y participando en proyectos industriales vinculados al canal de Manlleu, como la sociedad Almeda, Sindreu i cia, la fábrica de la Seda, y Cal Blau. Rafael Puget i Terrades construyó un gran casal en Manlleu, en la zona conocida como Dalt Vila, que constituía una muestra del poderío de la familia. Rafael murió en Manlleu en 1886 y la obra finalizó dos años después. Su heredero fue Rafael Puget Munt, nacido en Manlleu en el año 1873, aunque no destacó como industrial. Después de trasladarse a Barcelona, se convirtió en el perfecto burgués de L’Eixample barcelonés. El escritor Josep Pla lo convirtió en el protagonista de su libro Un señor de Barcelona.

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Los Rusiñol

Jaume Rusiñol i Bosch nació en Manlleu entre 1808 y 1810 y murió en Barcelona en 1887. En la capital catalana, donde se mudó, Rusiñol se dedicaba al comercio del algodón. Sus lazos con Manlleu, ya entonces uno de los principales centros algodoneros del país, eran muy estrechos. De hecho, fue uno de los pioneros del sector textil en la ciudad y aquí creó la sociedad propietaria de la fábrica Can Puntí, abierta en 1853. En 1879 compró la fábrica Can Remisa, que se convertiría en la más importante de Manlleu.

Jaume Rusiñol tuvo un único descendiente, Joan Rusiñol, quien administró el negocio familiar junto con su padre hasta su muerte en 1883. El hijo mayor de Joan, Santiago Rusiñol, se hizo cargo de la fábrica de Manlleu, trabajo para el que ya había sido formado. Sin embargo, su pasión era el arte, y un año después de la muerte de su abuelo, en 1887, su hermano Albert Rusiñol se encargó de la gestión directa de la empresa.

Durante los siguientes años, Albert Rusiñol consolidó la fábrica, y sobre todo la colonia, levantando nuevos edificios, entre los que destacan el chalé de los dueños, conocido como Cau Faluga, que fue el punto de partida de numerosos viajes de Santiago y sede de varios actos de carácter cultural y político liderados por los dos hermanos. Albert Rusiñol se convirtió en un importante industrial y político con mucha influencia: diputado por Vic y Barcelona en varias ocasiones, senador por Tarragona, presidente de la Liga Regionalista, presidente del Fomento del Trabajo Nacional y fundador de la Asociación de Fabricantes de Manlleu y su Comarca.

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Ramon Mas Costa

Ramon Mas nació en Vic en 1882. Hijo de hortelano, desde niño empezó a moverse entre verduras de la huerta de Can Tinoies, en Santa Eugènia de Berga. Años después conoció a Maria Pou, una hortelana de Vic que provenía de la huerta del Clos. Al poco tiempo se casaron y decidieron mudarse a Manlleu. Allí regentarían la huerta de la fábrica Can Sanglas, que ya se había empezado a labrar en 1872. Sin embargo, la huerta y la vivienda estaban desocupadas. El trato que hicieron con los Sanglas, propietarios de la fábrica y de la huerta, consistía en que trabajarían y vivirían en aquellas huertas y los beneficios que obtuvieran se repartirían a medias, lo que era habitual en la época. Así fue como Mas se convirtió en el masovero de Can Sanglas.

Las verduras y la almáciga no entendían de horarios y Ramon y Maria trabajaban largas jornadas. Los lunes, con la yegua y el carro iban al mercado de Manlleu a vender los productos y el miércoles al de Torelló. Por su parte, la vivienda de la calle Bisbe Aguilar, justo al lado de la fábrica y de las huertas, era un séquito de gente que iba a comprar la verdura que vendían ya lavada y lista para comer.

Ramon Mas y Maria Pou tuvieron cinco hijos, tres niños y dos niñas. Su heredero, Joan, siguió con el negocio familiar y continuó trabajando junto con su esposa, Rosa, que había cambiado las bobinas de la fábrica textil por las verduras. Ramon Mas murió en 1957.

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Ramon Madirolas

Nació en Manlleu en 1856, en el seno de una familia de propietarios acomodados de la casa Mas Madiroles. Estudió en Barcelona y en el seminario del Collell –cerca de Banyoles. En 1882 se casó con Pilar Torrents con quien tuvo tres hijas y cuatro hijos. Enviudó en 1898, y en 1912 se volvió a casar con Dolors Casas, quien moriría seis años más tarde.

Madirolas fue una persona de gran dinamismo. Influenciado por los nuevos tiempos, innovó en la explotación de sus propiedades, especialmente en el cultivo del trigo y la patata, que le reportó reconocimiento y premios internacionales. También impulsó en sus tierras la explotación de una fuente que le permitió comercializar agua mineromedicinal y convertir la casa en una estación balnearia.

Su activismo social estuvo marcado por una profunda religiosidad. Entre otras actividades y proyectos, impulsó la construcción del santuario de Puig-agut entre 1883 y 1886, participó en la fundación de la Sociedad Joventud Católica en 1877, y en la llegada a Manlleu de los hermanos de las Escuelas Cristianas de la Salle. Madirolas destacó por las relaciones que entabló con las élites políticas, religiosas y culturales del país. En particular, es muy conocida su amistad con el general Valeriano Weyler. Madirolas murió en 1927 y fue enterrado, junto con su familia, en la tumba que mandó construir en el santuario de Puig-agut.

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Filomena Sanglas Guiu

Filomena nació en la masía de can Sanglas del vecindario de Saderra (Orís), el 19 de marzo de 1853. Ahí vivió con sus padres Joan Sanglas y Teresa Guiu hasta que se casó en 1880 con Jaume Solà Alou, vecino de Tavertet. Casados, se trasladaron a vivir a casa de él, concretamente en la masía el Llobet cercana al Ter y al monasterio de Sant Pere de Casserres.

Filomena y Jaume tuvieron cinco hijas y cuatro hijos. Como todas las mujeres, en la documentación histórica donde encontramos a Filomena, figura “sin profesión”, en ocasiones “doméstica” y en otras “las propias de su sexo”. Sabemos, sin embargo, que al Llobet Filomena hacía lo que desde pequeña también había visto hacer a su madre: cuidar de los nueve hijos, velar por la alimentación y la salud de todos los miembros de la casa, lavar la ropa, coser, y participar en los trabajos del campo y en el cuidado del ganado. La memoria familiar ha mantenido el recuerdo de Filomena como hilandera, actividad que seguro tenía que compaginar con el resto de tareas.

Su marido murió en 1905, con 52 años. Poco después Filomena se trasladó a vivir a casa de su hijo mayor, Josep. El heredero había construido el mas el Solà en Sant Martí Sescorts (L’Esquirol). En los últimos años de su vida, la abuela Llobeta, apodo con el que era conocida la Filomena haciendo referencia a su procedencia, se dedicaba sobre todo a hilar de manera artesanal y a recoger hierbas medicinales de los alrededores, que luego iba a vender por los mercados más cercanos. Murió el 23 de febrero de 1945, con 93 años.

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Las trabajadoras del textil en el Ter. Una mayoría invisible

A finales del siglo xix las mujeres ya eran mayoría en las fábricas del Ter. Ejércitos de hiladoras, sobreras, aprendizas… en los aspes, en las mecheras, en las continuas, en las coneras… En innumerables trabajos, a menudo menospreciadas y relegadas al escalafón más bajo de la jerarquía laboral. Xinxes y fabricantes son algunos de los motes con los que eran etiquetadas.

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En casa y en la fábrica: la doble jornada

Miles de mujeres de las hilaturas del Ter tenían que compaginar el trabajo en las fábricas con las responsabilidades domésticas y la maternidad. Su incorporación como obreras industriales no modificó los roles familiares asociados al género. Las mujeres fuera de la fábrica tenían que continuar haciendo las tareas del hogar.

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Hasta el año 1900 no se aprobó una primera ley que prohibía el trabajo femenino después de tres semanas del parto. Esa ausencia no era remunerada y solo obligaba a la empresa a mantener el puesto de trabajo. En el año 1907 se amplió el tiempo de puerperio hasta seis semanas. No fue hasta la II República (1931) cuando se instauró el seguro obligatorio de maternidad, así como un descanso postparto de seis semanas remuneradas. La existencia de las leyes no presuponía, sin embargo, su complimiento.

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Aunque en el año 1912 se aprobó una primera ley que prohibía el trabajo nocturno femenino, era muy habitual que las mujeres con más cargas familiares trabajasen predominantemente en el turno de noche. Era una estrategia para compatibilizar el trabajo en la fábrica con la segunda jornada laboral doméstica.

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La oposición del obrerismo al trabajo femenino. El caso de Manlleu

Los obreros vieron con recelo la entrada de mujeres en las fábricas y se opusieron con rotundidad en defensa de sus puestos de trabajo y de los mejores salarios masculinos. En los núcleos obreros más importantes, a diferencia de las colonias industriales o núcleos más pequeños, el obrerismo estaba más organizado e hizo más lenta la substitución de mano de obra masculina por femenina. Manlleu, como núcleo obrerista importante es un ejemplo de ello.

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Fábricas de mujeres

En la hilatura, los trabajos se dividían en tres grandes grupos: la preparación, principalmente con hombres; la hilatura, con hombres y mujeres, pero donde ellas eran mayoría; y los acabados, donde casi todas eran mujeres. Los oficios especializados estaban reservados a los hombres: carpintero, corronaire, turbinaire, mecánico, untador, escribiente… La jerarquía era estricta, y las mujeres, la mano de obra mayoritaria, ocupaban el escalafón más bajo.

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En la jornada laboral no había diferencias substanciales entre mujeres y hombres. Inicialmente, las jornadas laborales eran extenuantes. Con los años, y gracias a la fuerza de las reivindicaciones, se fueron reduciendo. En 1902 la jornada legal era de 66 horas semanales. En 1913 pasó a ser de 60 horas, y con la huelga de la Canadenca, el año 1919 se fijó en 48 horas.

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Las mujeres cobraban salarios inferiores a de los hombres en los mismos trabajos. En 1900, la Junta Local de Reformas Sociales de Roda de Ter aprobó que los hombres cobraran 3 pesetas, las mujeres 2 i los niños 1,5 al día. En 1914, en la fábrica Almeda i Alemany de Vila-seca (Sant Vicenç de Torelló), una hiladora cobraba 20 pesetas a la semana, justo la mitad del salario de un hilador.

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Caminos de Mujeres

Muchas trabajadoras eran de la densa red de masías de Osona. En el trayecto hablaban, rezaban, cantaban, pero a menudo tenían que evitar el acoso masculino. Con los años, esas mujeres fueron dando forma e identidad a esos caminos. Son ejemplos el Camino de la Paciencia, que unía Sant Pere de Torelló con las fábricas de Vila-seca y Borgonyà, o el Camino de las Xinxes, que unía Folgueroles con las fábricas de Roda de Ter.

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Un ejemplo dramático de la violencia que tenían que soportar las mujeres es el caso de “les degollades del Cós”. El 22 de agosto de 1858 seis trabajadoras, de entre 10 y 23 años, fueron asaltadas por dos hombres en la zona conocida como las rocas del Cós, en el camino de les Xinxes. Tres fueron asesinadas y el resto sobrevivió a pesar de las lesiones sufridas.

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El 23 de marzo de 1882, un bando del alcalde de Roda de Ter informaba de insultos a las trabajadoras en la entrada y salida de las fábricas, y amenazaba con represalias judiciales contra los responsables. Eso indica que esa debía ser una práctica habitual de violencia contra las trabajadoras.

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Gaspar Vigué

Nació en Torelló en 1873. Su padre, Lluís Vigué, procedía de L’Esquirol y era jornalero. Pertenecía a una familia muy humilde y tenía cinco hermanos. Gaspar empezó a trabajar en una fábrica textil cuando tenía ocho años y, con el tiempo, consiguió un puesto de hilador. Los hiladores de las selfactinas escogían a sus aprendices y les pagaban ellos mismos el sueldo de forma directa. A los pocos años, Gaspar también pasó a ser hilador y responsable de su propia selfactina.

Gaspar Vigué se casó con Júlia Manent en la iglesia parroquial de Sant Feliu de Torelló en el año 1896. Al año siguiente, tuvieron a su primer hijo, Vicenç Vigué. Durante los últimos años del siglo xix se produjeron graves conflictos entre obreros y empresarios en las fábricas del Ter. Uno de los motivos fue la introducción de las continuas de hilar en las fábricas, y con ellas la incorporación de las mujeres a unos trabajos que hasta aquel momento eran exclusivos de los hombres. Los hiladores, orgullosos de su oficio, lo consideraban un ataque a su estatus.

Gaspar Vigué fue uno de los obreros que, durante el mes de marzo de 1901, protagonizó, en toda la cuenca del Ter, violentas protestas contra un lock-out —cierre de fábricas— decretado por la patronal, para protestar contra las huelgas y que dejaba sin trabajo a 14 000 obreros. El 11 de marzo, Vigué murió por un disparo durante unos enfrentamientos con los mozos de escuadra en Torelló. Los hechos tuvieron una gran repercusión en la prensa de todo el país y Vigué fue considerado uno de los mártires del movimiento obrero. Ocho meses después de su muerte, nacía su hija.

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Francesc Abayà Garriga

Francesc Abayà nació el 22 de abril de 1844 en Barcelona. Su padre era tejedor de lino. Fue tintorero y entre 1870 y 1871 fue miembro de la Junta de la Sociedad de Oficiales Tintoreros de Barcelona. En 1872 participó en el congreso constitutivo de la Unión Manufacturera. Entró a formar parte del Consejo y lo nombraron secretario de redacción de La Revista Social. En este período hubo también una petición a las Cortes Constituyentes de la Primera República Española de mejoras laborales, entre las que destacan la jornada laboral de ocho horas, la educación laica gratuita y obligatoria, y la prohibición de trabajar para los niños menores de 12 años.

En 1880 residía ya en Manlleu y estaba vinculado a la Sociedad Coral Manlleuense —El Progrés— en el proyecto de creación de un centro para la instrucción de los obreros. A finales de 1883 se muda de Manlleu a Vic, donde nace su hija Maria. Nueve meses más tarde, en 1884, vuelve a Barcelona, donde participará intensamente en la vida sindical de dicha ciudad. Durante estos años, Abayà fue un buen ejemplo del proceso de radicalización del movimiento obrerista catalán, pasando de posiciones reformistas al anarquismo. En el año 1892 fue detenido por su implicación en el intento de huelga general. Su hijo Galileu nació en Barcelona.

En 1894 Abayà regresó a Manlleu y se instaló en la calle de Sant Antoni con su mujer y sus hijos. En el año 1900, como dirigente de la Unión Obrera Comarcal de Artes y Oficios de la Cuenca del Ter, intentó reorganizar los sindicatos a través de la ya desaparecida Federación de Trabajadores de la Región Española. En este proceso impulsa el llamado Manifiesto de Manlleu. En 1911, con 66 años, deja de nuevo Manlleu con su mujer y sus hijos. Murió en Barcelona el mes de mayo de 1917.

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Josep Lladó

Nació en el año 1880 en Olost de Lluçanès. Pronto se instalaría en Manlleu con su familia. La capital industrial de Osona, en aquellos años, atraía mucha mano de obra de las zonas montañosas de los alrededores. Lladó era el mayor de doce hermanos. Empezó a trabajar en la fábrica de Can Puntí cuando tan solo contaba con ocho o nueve años y su padre murió cuando él era muy joven. Lladó se convirtió en hilador, puesto en el que en Manlleu aún predominaban los hombres gracias a la fuerza del obrerismo. Más adelante trabajaría también en la empresa Conductors Elèctrics Roqué.

Josep Lladó contribuyó a convertir la Cooperativa Mútua de Pan y Comestibles de Manlleu en una de las principales cooperativas de consumo catalanas. En un primer momento, centró su actividad en Manlleu, pero sus propuestas se acabaron extendiendo por toda la comarca de Osona y luego lo harían a toda Cataluña. De hecho, Lladó fue uno de los personajes más destacados del movimiento cooperativista catalán, junto con otro manlleuense llamado Joan Codina.

En el aspecto político, Lladó fue regidor del Ayuntamiento de Manlleu para el Frente Único de Izquierdas durante los años de la República, y fue alcalde durante los hechos de octubre de 1934. Posteriormente, y en plena Guerra Civil, fue nombrado alcalde en representación de la Unión Socialista de Cataluña. Cuando la guerra, llegó a su fin, Lladó tuvo que huir. Finalmente se exilió en Francia, donde moriría en el año 1963 en la ciudad de Hyères. Su compañero en las filas del cooperativismo y el socialismo, Joan Codina, prefirió quedarse en Manlleu. Fue fusilado el 3 de marzo de 1939.

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Maria Roma. [Biografia recreada]

Nació en Sant Boi del Lluçanès en el año 1872. De niña se mudó con sus padres y sus cinco hermanos a Manlleu, donde las fábricas ofrecían nuevas oportunidades laborales. Un hermano de su padre ya se había instalado en la villa y les ofreció una habitación en su casa durante un tiempo. El encargado de la fábrica donde trabajaba su hermano, Can Rusiñol, también se había comprometido a darles trabajo: a su padre, en las cardas; a su madre, en los aspes y a alguno de sus hermanos como aprendiz de hilador.

Maria, con tan solo ocho años, empezó a trabajar ayudando a su madre. La fábrica estaba llena de mujeres y niños y la jornada era extenuante: empezaba de madrugada y se alargaba hasta alcanzar las catorce horas diarias, sábados incluidos. El camino hacia la fábrica podía representar uno de los pocos momentos de diversión, aunque la oscuridad, el sueño y la fatiga eran a menudo compañeros de viaje. Durante los más de 40 años que trabajó en las fábricas, los caminos fueron escenario de miedos, risas, cantos, quebraderos de cabeza y sueños que se desvanecían con el toque de la sirena.

Dentro de la fábrica, Maria Roma fue aprendiendo y al poco tiempo pasó a las mecheras. Los salarios siempre fueron mezquinos e inferiores a los de los hombres. Trabajar en la fábrica tampoco la eximía de sus tareas domésticas (cocinar, hacer la colada, cuidar a los hijos...). Se casó a la edad de 19 años con un trabajador del sector textil con quien tuvo seis hijos, cuatro niñas y dos niños. En 1934, cuando ya tenía 62 años, Maria murió afectada por una enfermedad pulmonar, seguramente causada por la borra de la fábrica y la fatiga del trabajo tanto de la casa como de la fábrica. No sabía leer ni escribir.

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Jaume Baulenas

Nació en Manlleu en el año 1796, en el seno de una familia de tejedores. Su padre, que también se llamaba Jaume, era pelaire y él continuó realizando el mismo oficio que su padre. A los 16 años, Baulenas se casó con Petronilla Torrent, originaria como él de Manlleu, con quien tuvo cinco hijos y dos hijas.

Los primeros años del siglo xix fueron muy prósperos para los tejedores de algodón que, como Baulenas, encontraron en Manlleu el escenario propicio para el crecimiento de su industria. Jaume Baulenas llegó a tener hasta seis telares manuales en su taller, situado en la calle Cortada, en la planta baja de su vivienda. Daba trabajo a nueve personas, algunas de las cuales eran sus hijos e hijas cuando estos alcanzaron la edad de trabajar. Pero la Guerra del Francés y la primera guerra carlina le perjudicaron el negocio.

Poco a poco, la demanda de sus tejidos fue disminuyendo. La producción de las fábricas conseguía ser más rápida y más barata. Finalmente, dio de baja los dos telares manuales que le quedaban en el año 1853. Baulenas, con 57 años, tuvo que empezar a trabajar en alguna de las primeras fábricas que se instalaron en Manlleu aprovechando la fuerza del río Ter. Su caso no fue el único entre los tejedores de Manlleu. La mayoría de ellos se vieron obligados a pasar de pequeños fabricantes a obreros de las nuevas fábricas. En el año 1875 murió a causa de una enfermedad pulmonar cuando contaba con 79 años de edad. Para entonces en Manlleu quedaban ya muy pocos tejedores que tuvieran un taller doméstico.

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Josepa, Pepeta, Vila. [Biografia recreada]

Nació en Roda de Ter en el año 1878. Cuando todavía no había cumplido los siete años empezó a trabajar en la fábrica Can Portavella, también en Roda y no muy lejos del pequeño piso situado en la calle Sòl del Pont, donde vivía con sus padres, dos hermanas y tres hermanos. Pepeta empezó trabajando en los aspes en el turno de noche. Pasó allí muchos años con algunos cambios de turno, hasta que con la llegada de la continua —la nueva máquina de hilar que sustituía a la selfactina— la cambiaron de sección. Ya había cumplido entonces 13 años. El trabajo era duro, pero, el trabajar fuera de casa, la liberaba también del control asfixiante de sus padres y hermanos. Además, en la fábrica tenía a sus amigas.

Durante aquellos años Pepeta y sus compañeras se vieron obligadas a soportar a menudo los insultos de los hombres e incluso de los niños durante los cambios de turno. Con la introducción de las nuevas máquinas de hilar, que a diferencia de las selfactinas no requerían fuerza física, las mujeres ocuparon el puesto de los antiguos hiladores. Esto entrañó graves conflictos. Aunque a ella lo que realmente le dolía era que le pagaran la mitad de salario que a un hombre. Además, aquellos hombres, que eran sus compañeros de trabajo, habrían preferido verla reclusa en su casa cuidando de sus hijos.

El primer día de mayo de 1900, Pepeta asistió a un mitin obrerista en el que participó la republicana feminista, Ángela López de Ayala, en los salones de Can Guiu. Pensó que algún día la situación de las mujeres cambiaría. Pepeta aprendió a leer y a escribir por su cuenta y se casó a los 23 años con un mecánico de Manlleu que trabajaba en Can Bracons. Tuvieron tres hijos que nacieron entre 1902 y 1907. Cuando Pepeta murió, en 1923, aún trabajaba en Can Portavella.

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Rosa Mas Albanell

Rosa nació en Manlleu el 4 de enero de 1886. Hija de Pere Mas, nacido en Sant Vicenç de Torelló, que trabajó en Manlleu de hilador durante muchos años. La madre de Rosa, Anna Albanell, también procedía de una familia del textil. Pere y Anna se casaron en 1885 y tuvieron 7 hijas y 3 hijos. Rosa era la mayor. Aún muy joven entró a trabajar en la fábrica de can Rifà (en Manlleu). En 1923, con otras 13 mujeres, trabajaba en las mecheras, donde solo había un hombre, que como era habitual era el encargado de la sección. En aquel momento, en la fábrica de can Rifà trabajaban 138 obreros, 67 de cuales mujeres.

Fue una mujer comprometida social y políticamente. En 1934 formaba parte de l’“Agrupació de Dones Obreres d’Esquerra”, que definía como objetivos defender la libertad, la autonomía de Cataluña y la República, así como mejorar la formación de la mujeres. Su hermana, Mercè Mas, era la presidenta. Terminada la Guerra Civil (1936-1939) ellas y 7 mujeres más fueron denunciadas por un vicario, acusadas de “pésimos antecedentes” y de colaboración en el incendio de la iglesia durante la guerra. Los informes añadían que todas ellas eran de “ideas izquierdistas” y favorables al Frente Popular. El alcalde Casanovas Tona, en cambio, declaró que no se les conocía ningún hecho delictivo. Muchos vecinos apoyaron a las detenidas, que finalmente fueron absueltas. Poco después, Rosa volvió a las mecheras de can Rifà. Vivió siempre en el domicilio familiar, en la calle del Comte 17, donde murió el 28 de diciembre de 1964.

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Los días y los trabajos para vivir

La industrialización cambió por completo la vida de los trabajadores. Pasaron del entorno rural al urbano; del trabajo artesanal a la fábrica, con una nueva y estricta disciplina del tiempo y del trabajo, largas jornadas laborales, trabajo infantil, crisis alimentarias, viviendas precarias, migración del campo a la ciudad... Pueblos y villas como Manlleu, Torelló o Roda de Ter vieron transformada su estructura económica y social en muy poco tiempo. Y en sus despoblados, a orillas del Ter, las fábricas serían el origen de las colonias industriales, bajo el control de los fabricantes y dotadas a menudo de los mismos servicios que los núcleos urbanos más industrializados.

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Fachada fluvial de Manlleu, entre el puente de Can Molas y la fábrica de Can Sanglas a principios del siglo xx. Destaca el Canal Industrial de Manlleu con varias ramificaciones, las fábricas que ocupaban la fachada fluvial de la villa, las huertas, que compartían este paisaje industrial, los lavaderos, espacio de trabajo femenino, y las calles incipientes de la zona Baix Vila, donde las casas unifamiliares eran sustituidas por pisos para acoger a la creciente población obrera, que llegaba principalmente de las zonas rurales de la comarca.

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La colonia Rusiñol a principios del siglo xx. Está ubicada en el término municipal de Manlleu, río arriba, fuera del núcleo urbano. Can Rusiñol fue la fábrica de la familia del artista modernista Santiago Rusiñol. A finales del siglo xix, Can Rusiñol, también conocida como Can Remisa, era la fábrica más grande de Manlleu. En esta época finalizó la construcción de la colonia que, además de la fábrica y las viviendas, incluía un economato, una pequeña iglesia y la torre de los Rusiñol, Cau Faluga (nombre inspirado por el Cau Ferrat de Sitges, también de Santiago Rusiñol).

La ubicación de las fábricas, fuera de los núcleos urbanos y siguiendo el curso del río para aprovechar la energía hidráulica, facilitó la creación de una sucesión de colonias industriales en todo el curso del Ter. Estas aseguraban el aprovechamiento energético del río, aparte de que permitían a los fabricantes, gracias a su control de todos los aspectos de la vida diaria, asegurar el control y la paz social que a menudo faltaba en los núcleos industriales más dinámicos.

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Tomando conciencia de clase

Las nuevas clases sociales nacidas del proceso de industrialización fueron tomando consciencia de sus intereses y, en consecuencia, se fueron organizando: los trabajadores para mejorar su precaria condición social; y los empresarios para afrontar las demandas obreras y mantener el orden establecido. Asociaciones con fines culturales, cooperativas y mutualidades, sindicatos, organizaciones patronales y en alguna ocasión hasta partidos políticos fueron asumiendo un protagonismo hasta entonces desconocido en la vida social de la época. La iglesia también desempeñó una labor importante, impulsando un asociacionismo obrero de raíces católicas que contrastaba con el asociacionismo obrero de base reivindicativa y laica.

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Societat Coral El Progrés Manlleuenc

En una época de persecución del asociacionismo obrero y de limitaciones a la libertad de asociación, las entidades corales vinculadas al movimiento de vocación laica y regeneracionista de Josep Anselm Clavé tuvieron una importancia clave. A pesar de que sus finalidades eran culturales y recreativas, sirvieron de correa trasmisora de las reivindicaciones obreras.

En Manlleu, en el año 1862 nació una de las primeras sociedades corales del Ter, la sociedad coral El Progrés Manlleuenc. Con sede en la calle Call de Ter (actual Enric Delaris), era una entidad que se movía entre el ámbito del republicanismo y del obrerismo y que estaba estrechamente ligada al movimiento que había impulsado Josep Anselm Clavé, quien asistió personalmente a su inauguración. En la década de 1880 la sociedad se trasladó al paseo de Sant Joan. “El coro”, nombre con el que todavía se recuerda a esta sociedad, y que ha quedado vinculado al edificio del paseo de Sant Joan que la acogió durante años, disponía de un café en el que se organizaban bailes, conferencias, conciertos, mítines, representaciones teatrales, etc. Uno de los rasgos distintivos de esta entidad fue siempre su voluntad de educar. El Progrés creó una escuela laica y una biblioteca ya en la década de 1880. Esta vocación educativa le acarreó graves enfrentamientos con los sectores católicos de la villa. Tras varios altibajos provocados por el enfrentamiento con las autoridades y por problemas económicos, la sociedad coral El Progrés quedó disuelta en 1913.

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Cooperativa Mútua de Pa i Queviures

La industrialización conllevó también el crecimiento del número de consumidores, aumentando su dependencia del comercio, lo que trajo consigo un empeoramiento de las condiciones de vida de los obreros. En este contexto, el mutualismo y el cooperativismo, especialmente los relacionados con el consumo, cobraron una especial relevancia en los inicios del movimiento obrero, a menudo desde posiciones reformistas y moderadas.

A finales del siglo xix Manlleu contaba con seis cooperativas, todas de consumo, y en 1901 estas sumaban ya 300 socios. Su actividad principal era la venta de comestibles a un precio asequible. En 1903, un grupo de obreros de El Dolcet fundó la Cooperativa Mutua de Pan, que fue la primera cooperativa en construir un horno. Se dedicaba exclusivamente a la venta de pan, un alimento de primera necesidad. Era una sociedad obrera, ya que sólo podían ser socios de ella los trabajadores asalariados. En 1908 estaba formada por 300 socios. Un año después, se acabó fusionando con otras tres cooperativas: la Aliança, la Familiar y el Porvenir, también dedicadas a los comestibles y asumió su denominación definitiva: Cooperativa Mutua de Pan y Comestibles. Fue una entidad pionera en Cataluña dentro del movimiento cooperativo. Destinaba una parte de sus beneficios a un fondo colectivo para la ayuda mutua, pero también para actividades culturales y educativas. Ofrecía subsidios por invalidez y vejez, asistencia médica, ayudas por defunción y por pérdida de trabajo, mantenimiento de la guardería, promoción de viviendas muy avanzadas en aquella época... En el año 1916 se construyó su sede social en la plaza Fra Bernadí, centro neurálgico de Manlleu. En 1936 la cooperativa estaba formada por 700 familias asociadas.

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Sindicatos

Paralelamente a la existencia de las entidades culturales y de ayuda mutua, en las que se reunían los obreros para defender sus intereses, cada vez cobraba mayor protagonismo un sindicalismo de carácter reivindicativo, que asumía los nuevos postulados ideológicos, especialmente el republicanismo, el socialismo o el anarquismo, sin olvidar la influencia de la iglesia en la organización de un nuevo catolicismo social.

En un primer momento, las organizaciones sindicalistas eran pequeñas, de carácter local y estaban desconectadas de los movimientos más globales. A principios de los años setenta del siglo xix varios pueblos a orillas del Ter contaban con núcleos vinculados al sindicato de alcance nacional, Les Tres Classes de Vapor, de ideología principalmente socialista. En 1870, Manlleu poseía una de las delegaciones más sólidas de este sindicato en toda Cataluña. Los miembros de esta agrupación participaron en el congreso fundacional de la Unión General de Trabajadores (UGT). En 1900 Manlleu participó en un nuevo intento de reorganización del sindicalismo con la Federación Textil Española (FTE), que duró pocos años. La FTE fijó su sede en Manlleu y nombró como secretario del comité central al manlleuense Josep Guiteras. En el siglo xx, el sindicalismo socialista y anarquista se organizó en distintas agrupaciones. Desde 1904 el socialismo se concentraría en torno a la Sociedad Obrera del Arte Fabril y Anexos de Manlleu, mientras que el sindicalismo de tono más anarquista estaba formado por el Sindicato Único de Trabajadores de Manlleu.

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Associació de Fabricants de Manlleu i la seva Comarca

Con los obreros ya organizados y como respuesta a la creciente conflictividad social, a finales del siglo xix se crearon organizaciones patronales que tenían como principal objetivo actuar contra las asociaciones obreras. Permitían a los fabricantes coordinarse frente a los obreros y resolver los conflictos surgidos entre los propios patrones. Los fabricantes también habían tomado consciencia de clase.

La Asociación de Fabricantes de Manlleu y su Comarca se fundó en 1892 con domicilio social en la Gran Via de les Corts Catalanes de Barcelona. Esta asociación fue impulsada por dos de los fabricantes textiles más importantes de la época, los algodoneros manlleuenses Albert Rusiñol y Vicenç Casacuberta, y al poco tiempo se fueron incorporando la mayoría de industriales que poseían fábricas en Manlleu como los Almeda, los Sanglas, los Vilaseca o los Comas. En 1899 amplió su alcance y pasó a llamarse Asociación de Fabricantes del Ter y del Freser, también bajo los auspicios de Albert Rusiñol, entonces presidente del Fomento del Trabajo Nacional. La asociación desempeñó un papel crucial en el período conflictivo del cambio de siglo y, especialmente, en el lock-out empresarial que ocasionaron los hechos de marzo de 1901, con graves enfrentamientos entre los obreros y las fuerzas del orden. Esta asociación se manifestó en contra de la aprobación de la Ley de Creación de Jurados Mixtos para resolver conflictos entre empresarios y trabajadores.

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Asociación de Tejedores
Vinculada a la Asociación de Tejedores de Vic. En 1841 ya estaba en marcha y contaba con 72 asociados. Es la primera manifestación organizativa conocida del movimiento obrero de Manlleu.
La Juventud Católica

De 1878. Entidad cultural con raíces católicas que alcanzó una gran influencia en Manlleu. Desde sus inicios, disponía de un café y de un pequeño teatro. En 1898 tenía 150 socios. Se ha mantenido hasta nuestros días.

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Montepío de la Unión Fabril de Manlleu y Comarca

De 1892. Era una sociedad de ayuda mutua en caso de enfermedad. También ofrecía ayuda a los trabajadores despedidos. En 1898 tenía 172 socios, la mayoría de ellos eran encargados de sección. En el año 1902 intentó crear una cooperativa de producción.

Sociedad Obrera (Obreros Manlleuenses)

De 1897. Estaba domiciliada en la planta baja del número 10 de la calle del Ter, el mismo lugar que había ocupado antes El Progrés. Entre sus principales actividades figuraba la ayuda mutua para sus asociados en caso de enfermedad y la defensa de los intereses de los trabajadores. En 1898 tenía 400 socios. Intervino activamente en varios conflictos laborales.

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Asociación Catalanista Rafael de Casanova

Más conocida con el nombre de Can Catalans. Fue fundada en marzo de 1899, aunque puede considerarse una continuación del Centro Catalán, disuelto dos años antes. Durante sus quince años de vida, organizó muchas actividades, entre las que podemos destacar el teatro y el excursionismo.

Cooperativa L’Harmonia

En 1901 una comisión de obreros y artesanos de Manlleu inició los preparativos para que se crease la cooperativa de producción L’Harmonia. Un año después, la fábrica textil situada en la calle Cavalleria ya estaba en funcionamiento. Desapareció en el año 1911 tras una crisis.

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Asociación Obrera de Ntra. Sra. del Carmen

De 1888. Se trataba de una entidad de carácter religioso y poco reivindicativo. Su objetivo era evitar huelgas y conflictos entre propietarios y obreros. Desapareció en el año 1891.

La Virgen del Carmen era la patrona de los obreros. Por eso, muchas entidades de Manlleu incluyen el nombre de la patrona en su denominación, alguna de ellas incluso vinculada al sindicato Les Tres Classes de Vapor.

Centro Tradicionalista

De 1890. Estaba vinculado al Partido Tradicionalista y reunía al colectivo carlista de Manlleu, especialmente ligado a los propietarios rurales. Se disolvió el 17 de agosto de 1898.

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Sociedad Obrera Arte Fabril y Anexos

De 1904. Sindicato socialista manlleuense de defensa de los derechos de los trabajadores. Estaba adscrito a la UGT. Desaparece en 1923.

Cooperativa Mutua de Pan Católica Obrera, “la católica”

Aparece en el año 1910 como escisión de la Cooperativa Mutua de Pan de Manlleu, con la finalidad también de producir y vender pan. La escisión se produce como reacción a la decisión de la Mutua de Pan de destinar parte de sus beneficios a la creación de un capital colectivo para generar nuevos servicios para los asociados.

Sindicato Único de Trabajadores

De 1922. Su finalidad era defender a los trabajadores y crear espacios para su formación. Este sindicato estaba adscrito a la CNT. Fue clausurado en el año 1934.

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Sociedad Coral L’Estrella

De 1877. Tenía por finalidad el esparcimiento y la instrucción de sus asociados, en su gran mayoría obreros. Contaba con un café y una biblioteca. También organizaba funciones teatrales, bailes y canto coral en el café García. En 1898 estaba formada por 60 socios.

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Una sociedad dinámica

La industrialización afectó a todos los aspectos de la vida corriente, los cambios se hicieron notar y fueron más allá de las transformaciones económicas que afectaron a toda la cuenca del Ter. A pesar de las difíciles condiciones de vida de los obreros y de la conflictividad, la nueva sociedad industrial atesoraba un dinamismo sin precedentes: la vida en común pasó a primer plano. El interés por la educación, el ocio, el deporte y la cultura se manifestaron con una gran vitalidad y diversidad. A principios del siglo xx el tejido asociativo de Manlleu era el más rico y variado de todo el obispado de Vic. Definitivamente, se trataba de una nueva sociedad, plenamente urbana y estaba en ebullición.

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El conflicto inevitable

La sociedad que había nacido del proceso de industrialización era muy conflictiva. Se caracterizaba por presentar grandes diferencias sociales, precarias condiciones de vida de la nueva clase obrera, falta de libertad política y de asociación, confrontación de intereses entre fabricantes y obreros, enfrentamientos entre clericales y anticlericales, y crisis industriales que hacían peligrar los fundamentos mismos de esta nueva sociedad.

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¡Esquiroles! - 1852

La revolución industrial implicó la generalización de la huelga como sistema de reivindicación obrera. En Manlleu se sitúa una de las primeras huelgas que se debieron acontecer en el Ter. En el año 1852 el fabricante Sala decidió rebajar el precio de la mano de obra de unas piezas determinadas. Entonces los trabajadores de Manlleu se negaron a tejer estas piezas como protesta. Ante esta situación, el fabricante llevó el trabajo que se habían negado a hacer al pueblo vecino de Santa Maria de Corcó, más conocido como L’Esquirol. Este parece ser el origen de la denominación tanto en catalán como en castellano que reciben los obreros que rompen una huelga: ¡esquiroles!

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La hambruna del algodón – 1862-1865

Durante el siglo xix los obreros, definitivamente alejados del campo, dependían exclusivamente de la actividad industrial para alimentarse. Como todavía no había mecanismos eficientes de previsión, estaban muy expuestos a las crisis económicas del sector textil, que se convertían rápidamente en crisis alimentarias. Este es el caso del episodio de la hambruna del algodón ocurrido entre 1862 y 1865. El estallido de la Guerra de Secesión en los Estados Unidos en 1861 afectó a las importaciones de algodón. Las fábricas del Ter vieron reducida su actividad y muchos obreros fueron despedidos. Los centros productores del Ter sufrieron, enormemente, esta crisis. En Manlleu, el Ayuntamiento organizó unas ollas comunitarias para paliar el hambre y muchas familias se vieron obligadas a abandonar los núcleos industriales.

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Los hechos de marzo de 1901

El fin del siglo xix fue especialmente conflictivo como consecuencia de la crisis económica y de la pérdida de las colonias. Las huelgas se multiplicaron en toda la cuenca del Ter. Los fabricantes, reunidos en la Asociación de Fabricantes del Ter y del Freser, y bajo el llamado “pacto del hambre”, acordaron despedir a los obreros más combativos y negarles el trabajo en todas sus fábricas. La situación era muy tensa y el momento culminante llegó el mes de marzo de 1901. El 11 de marzo, los fabricantes, inflexibles, convocaron un lock-out (cierre de fábricas), coordinado en toda la cuenca, que provocó la reacción de los obreros desde Ripoll hasta Roda de Ter. En los enfrentamientos con los mozos de escuadra murió un obrero en Torelló, Gaspar Vigué, y otro en Ripoll. El lock-out se prolongó durante una semana, y, finalmente, los obreros despedidos fueron readmitidos. El tema incluso llegó a ser debatido en el Consejo de Ministros del Gobierno.

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Clericalismo y anticlericalismo

La penetración del republicanismo, el anarquismo y el socialismo, ideologías todas ellas de carácter laico e incluso anticlerical inspiró una reacción de la iglesia en coordinación con los intereses de los fabricantes. Josep Morgades y Josep Torras i Bages, obispos de Vic entre 1882 y 1916, y el manlleuense Francesc d’Assís Aguilar, obispo de Sogorb, lideraron un nuevo catolicismo social que quería apartar a los obreros de la reivindicación y de las vías revolucionarias. Uno de los ámbitos en los que se desarrolló este enfrentamiento fue en la educación con los conflictos relacionados con la escuela laica de la asociación El Progrés. Abierta durante la década de 1880, cerró definitivamente sus puertas en 1909, tras los hechos de la Semana Trágica. Anteriormente ya se había cerrado en varias ocasiones, y los enfrentamientos a veces violentos entre sus partidarios y sus detractores condicionaron a menudo la convivencia en la villa.

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EPÍLEGO

La industrialización es uno de los procesos históricos que han definido con más fuerza a la Cataluña contemporánea. Toda la cuenca del Ter, y sobre todo Manlleu, vivió de forma singular la transformación de una sociedad rural en una sociedad notablemente industrial. El río Ter fue el gran motor de este proceso que nos ha dejado como legado una cultura industrial que se ha transmitido de generación en generación hasta nuestros días y que convive con el espíritu rural de la comarca de Osona.

Dotar de valor a esta cultura industrial (material e inmaterial) significa reivindicar la capacidad emprendedora y el dinamismo de los empresarios y los trabajadores; el esfuerzo continuado de unos y otros —sin olvidar a las mujeres, una mayoría invisible— y la aparición de una sociedad civil muy dinámica y con una gran capacidad de asociación.

Espíritu empresarial, innovación, esfuerzo y cooperación son valores todavía presentes e intrínsecos a nuestra cultura industrial. Unos fundamentos sólidos que debemos preservar y sobre los cuales podemos construir nuestro futuro.